Ella terminó de devorarme

Cada casa se arregla según la cantidad de bombillos, cortinas, manteles, espejos, y demás capas que se le coloquen a las paredes que forman la estructura principal. No suele importar si tenemos cuatro o cinco bibliotecas, tampoco importa si hay tres escritorios, lo realmente importante para algunos es cubrir esas paredes, que llegando en su viudez o mucho más interesante… llegando en su virginidad, nos enfocamos en vestir y revestir su historia.

Cada día suelo llegar a mi cuarto a las 2 de la mañana, por esos afanes del trabajo que me absorben hasta altas horas. Las estrellas son mis vigilantes, ellas titilan como cada quien pestañea al mirar algo de manera fija y prolongada, ellas me miran de noche… hace tiempo es lo único que me mira debajo de la sábana de humo que tiende el cielo, la oscura cobija me calienta a través de las horas donde mis ojos se cierran momentáneamente.

Cada día es sólo un número para el calendario, cada fecha se va sólo para regresar el año que viene en una cuenta interminable. La noche sigue siendo oscura, aunque un poco más tibia… ese tibio que resbala de una cascada, el agua un poco caliente con la cual solía bañarme de pequeño… y de grande también. Lo tibio que se siente mi cuerpo al despertar con el alba, hoy soy tibio… quizás porque me enfrío, o quizás porque sólo estoy empezando a subir mi temperatura.

El frío se reserva según la cita que dicte en el pasaporte, fecha: diciembre, destino: Nevada. Anoche lo soñé bajo mi manta, era el cielo gris que traía nieve, y al alcanzarme sentía pequeños ardores, desperté y sólo pude apreciar millones de hormigas que me rodeaban. Esa noche había despertado en un rapto, yo era la comida de una gran hormiga que interrumpía mi dulce sueño gris, se tragaba mi oscura cobija y devoraba con sus ocho patas a las pequeñas estrellas que una vez me cuidaron. Todas las pieles sobre las paredes se fueron cayendo, rompiendo y quemando, las hormigas ese día deshicieron mi mundo e instalaron el suyo… pero no conozco más, ya que en ese momento ella terminó de devorarme.

Osmar Peña